sábado, 15 de junio de 2024

Mr Hetherington era un gentleman que creía en duendes. No tiene nada de sorprendente. Lo raro era que había encontrado un juez que compartía sus creencias. Es posible que creyeran también en los Reyes Magos, pero sobre esto, ni el juez ni Hetherington se manifestaron.

Mr. Hetherington descubrió que la casa donde habitaba con su familia se hallaba encantada por la presencia de los duendes, unos masculinos y otros femeninos, lo cual resultaba extremadamente peligroso porque podían gustarse, contraer matrimonio, tener descendencia y llenar el inmueble de duendecillos y de duendecillas con las consiguientes molestias que forzosamente causarían al vecindario si heredaban el espíritu travieso de sus padres.

Si a Mr Hetherington le preguntaban sus vecinos como se las había ingeniado para averiguar que uno de los duendes era macho y otro hembra, contestaba:

-Muy sencillo, porque uno se llama George y el otro Georgina. ¿Conocéis vosotros alguna mujer que se llame George?

-No...

-¿Y algún hombre que se llame Georgina?

-Tampoco.

-¿Entonces?...

Ante tales razones, los inquilinos aceptaron que un duende era macho y otro, hembra, y ni los más escépticos creyeron que la cosa no estaba suficientemente aclarada, por lo que no llevaron más lejos sus indagaciones absteniéndose de preguntar a su vecino si los duendes les habían enseñado sus partidas de nacimiento o por lo menos, sus carnets de indentidad.

George y Georgina eran duendes poco serios. No tenían categoría de fantasmas y, por eso, no podían andar metiendose en unas sabanas o agitando cadenas de una parte a otra. Claro que si fuesen fantasmas no vivirían en una casa de vecindad, sino en un castillo.

George y Georgina se manifestaban extraordinariamente turbulentos. Se pasaban el día y la noche haciendo diabluras.

Una de las bromas más pesadas consistía en despertar a los vecinos tirandoles del pelo. Bajaban la escalera tropezando con todo el mundo; en cuanto las mujeres se descuidaban se bebían su leche; no solo no tenían ninguna afición a la música, sino que la aborrecían. Habían estropeado todas las radios del inmueble y tiraron un acordeón por una ventana.

No es cierto que los duendes sean abstemios. Por lo menos George y Georgina no lo eran. Cuando bebían "whisky", en vez de ponerse a cantar el "God save the Queen" o el "It is Longweis", como todos los borrachos que se respetan, se transformaban en ranas.

Esta metamorfosis, en opinión de Mr Hetherington, constituía un mal ejemplo que entrañaba un peligro grave, pues si a todos los que les gusta el "whisky" les da por transformarse en ranas, Inglaterra iba a parecer un pantano.

Georgina era más irascible que George. Se entretenía en romper las vajillas.  

El juez Hammersmith, había condenado a la dueña del inmueble a que rebajase los alquileres a la tercera parte. En lugar de libra y media semanal, que pagaban por el arriendo, en los sucesivo pagarían solamente media libra.

Como fallo incongruente estaba bien. Pero lo bueno es que la propietaria se había conformado con la sentencia. La primera semana pasó el correspondiente recibo de media libra e inmediatamente presentó una demanda de desahucio contra todos los vecinos de la casa, basándose en una cláusula del contrato de inquilino que prohibía tener subarrendados, a los propios inquilinos.

Nuevo fallo judicial, contrario a la propietaria. En opinión del juez, los inquilinos no habían subarrendado nada a nadie. Se trataba de unos huéspedes molestos que se les habían metido en la casa contra su voluntad, y de los que no solo no percibían un solo penique, sino que les causaban perjuicios de tipo económico al beberse la leche y el whisky; estropeaban las radios, rompían la vajilla y tiraban acordeones por la ventana.

Otra demanda de la dueña, solicitó que desde el momento en que se reconocía que ni George ni Georgina pagaban rentas, era la justicia a quien competía desahuciarles, en todo caso, y teniendo en cuenta la escasez de viviendas, que se les obligase a que abonaran la diferencia que había entre la libra y media que pagaban y la media libra que abonan actualmente.

Finalizaba la noticia diciendo : La verdad es que ni durante mi permanencia en el manicomio de Oviedo, vi ni oí nada tan manicomiable.

El pueblo gallego, rotativo de la mañana, Ano XXXV Número 11719 - 1959 agosto 7

Este y otros casos puedes encontrar en este artículo:

http://www.terramaxica.es/2024/06/el-negocio-de-los-duendes-supuestos.html

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